Hace unos meses me vi sentada frente al portátil, tenía que empezar un trabajo y no sabía cómo enfocarlo. Me veía frente a este blog vacío y no sabía qué hacer. No tenía amplios conocimientos sobre la literatura hispanoamericana, así que tampoco lograba llegarme la inspiración. Por tanto, decidí hablar de lo que más me gusta, de lo que más sé. Decidí hablar sobre mí misma, sobre la mujer.
En los últimos tiempos he crecido mucho, evolucionado sobre todo. En mi familia soy conocida como 'la feminista'. Antes me sentaba con mi abuela y la escuchaba hablarme sobre lo importante que era estar guapa para los hombres; hoy me sigo sentando con mi abuela, pero le explico por qué esa idea no debería estar presente en la sociedad.
En un momento de mi vida me tropecé con un libro que me influenció como ningún otro lo ha hecho, un libro que mencioné en la reseña de sobre Rosario Castellanos. Se trata de La casa de la fuerza, de Angélica Liddell. Allí encontré este fragmento:
Me machacaba sin parar.
Por cualquier cosa.
Empezó a darme hostias.
No eran hostias físicas, pero eran cosas que dolían mucho, mucho, mucho.
Me decía cosas que me hacían sentir como una mierda.
Bueno, era una caricia y una hostia.
Una caricia y una hostia.
Y cuando no sabes si te va a caer la caricia o la hostia, te vuelves loco.
Y haces todo lo posible para que te caiga una caricia.
Porque me dijo las cosas más hermosas que se le pueden decir a alguien,
pero también las más nauseabundas y las más humillantes.
No podía hablarle de amor porque me caía una hostia.
Sólo podía tocarle si él me daba permiso.
Decía que el cariño no estaba bien, que hacía daño.
Pero lo que hace daño no es el cariño, son las hostias.
Y cuando ya te sientes como la basura o peor que la basura,
entonces lo empiezas a aguantar todo, absolutamente todo.
Empiezas a creerte que eres una basura de verdad.
Que te mereces que te traten así.
Y no protestas.
La basura no puede protestar, la basura no puede quejarse.
Eres basura, nada más.
Y haces todo lo posible para que no te traten como a la basura.
(Liddell, 2011).
Cambió mi vida. Cambió mi vida porque me sentí identificada. Cambió mi vida porque lo comenté con mis amigas y todas se sentían identificadas. Me asusté, me pareció impensable que en el siglo XXI las mujeres de mi edad nos sigamos sintiendo así, sigamos sometidas a estereotipos, a ideas de los hombres y a sus voluntades. A partir de La casa de la fuerza, supe a lo que quiero dedicar mi vida.
Al fin y al cabo, todas nos hemos sentido insuficientes en algún momento de nuestras vidas y hemos sentido la necesidad de terminar con nuestra soledad, hemos dependido del miedo que nos ha sembrado la sociedad patriarcal en la que vivimos de estar solas, sin un hombre a nuestro lado. Si no llegamos a esta meta comenzamos a ver fallos en nosotras mismas, a pensar en cuál es el motivo por el que no la conseguimos. Todas, en algún momento, hemos vestido para ellos, hemos hablado sobre lo que sabíamos que iba a agradarles, nos hemos maquillado porque a ellos les gustamos más con ese pintalabios rojo. Nuestro autoconcepto comienza a depender de la opinión que ellos tienen de nosotras.
Sin embargo, todas podemos encontrar nuestro bote salvavidas, todas podemos encontrar la forma de querernos a nosotras mismas sin que importen las opiniones externas. Es un camino complicado, pero es posible escapar de los estereotipos que se nos han impuesto. Mi forma de abrir los ojos fue, en parte, la literatura.
En este trabajo intento plasmar, en el panorama de la literatura hispanoamericana del post-boom, los avances o retrocesos que ha vivido la figura femenina en el arte, pues, por supuesto, esta visión sufre cambios dependiendo de quien escriba sobre ella, y, sobre todo, de si el escritor es hombre o mujer. Ya lo vemos con Benedetti, quien menciona a las mujeres en su obra como un objeto de deseo, necesitándola para poder escapar de la monotonía de su vida. Aun así, quería mostrar también alguna obra con una protagonista femenina que fuese fuerte e independiente, y en la búsqueda me encontré con Isabel Allende y Eva Luna. Disfruté este libro porque muestra no solo a una, sino a varias mujeres que, aunque en algunas ocasiones no logren la libertad, sí que luchan por ella. Se apropian del primer plano y cuentan sus historias, que, aunque disten mucho entre ellas, coinciden en una cosa: el empoderamiento femenino o, al menos, su búsqueda.
En relación a la obra de Castellanos, la escogí porque el título me pareció curioso. Sobre cultura femenina. Es un tema sobre el que no había leído con anterioridad, y sentí la necesidad de aprender sobre ello. Todos nos hemos parado a pensar en el menosprecio que han sufrido muchas mujeres artistas o en cómo han comenzado a salir a la luz en las últimas décadas, pero no tantos hemos estudiado los motivos, que también están relacionados con la visión patriarcal que se nos impone sobre quién tiene el control de la sociedad.
Desde mi punto de vista, he tenido la oportunidad de crear un espacio en el que tratar temas que son recurrentes en mí día a día, como pueden ser la violencia de género, sobre todo en tiempos de guerra y en familias tradicionales, la dependencia masculina de la mujer, el menosprecio que han sufrido las mujeres con talento, la explotación que sufrían las niñas que debían trabajas sirviendo personas adineradas, la pederastia, la cosificación, la idea de que el matrimonio no tiene por qué hacernos felices, la de que también hay hombres transgresores, como Riad Halabí en Eva Luna, o la importancia de las mujeres transexuales y la lucha que ellas también llevan a cabo, pues en muchos lugares aún no son consideradas mujeres.
Por eso decidí hacer un blog sobre este tema, porque necesitaba unir los dos campos que más me apasionan: la mujer y la literatura.